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martes, 29 de mayo de 2018

VÍCTOR RUBÉN: NO HAY UN ADIÓS PORQUE SIGUES ESTANDO.


     Si algo caracterizó a Víctor Rubén Campo, quien ha fallecido sorpresivamente en Miami en días pasados, fue su inquietud. Desde su infancia demostró habilidades artísticas, debutando en el programa de televisión “El mundo de los niños”. Preocupado por su formación, tomó clases de actuación y danza. En los años 60 y 70 participó como actor en teatro, televisión y cine, destacándose su participación en el filme del ICAIC “El otro Cristóbal”, dirigido por el francés Armand Gatti.
  Víctor fue integrante del Teatro Musical de La Habana, de los cuerpos de baile de los principales cabarets de la capital cubana y del Ballet de la Televisión Cubana en la época de oro de dicho conjunto.

domingo, 27 de mayo de 2018

LA MÁS ABSOLUTA DE LAS SOLEDADES



  Un pequeño homenaje a los ídolos que tanto me dieron: Antonio Pacheco, Omar Linares, Cheíto Rodríguez, Víctor Mesa, Kindelán, Vinent, Lazo, Germán Mesa, Pedro Jova, Huelga, Armando Capiró, Antonio Muñoz, Raúl Reyes, Urbano González, Rosique, Luis Giraldo Casanova, El Duque, Marquetti... ¡¡¡Pedro Chávez!!!

  Cuando Aniceto nació, allá por 1949 en un tranquilo pueblo del interior, a los cubanos lo que les apasionaba era la pelota. Al evocar su niñez se ve bateando, corriendo bases y fildeando roletazos y flais en el solar que estaba detrás de la estación de ferrocarril. Por las noches, una pila de gente se reunía en el parque a escuchar la narración que hacía Felo Ramírez de los juegos del habanero Stadium del Cerro en las bocinas que había instalado El Cojo en la fachada del café de Salustiano.
  Al recordarse de pequeño, lo primero que le salta es el placer infinito que le provocaba la pasión beisbolera, los jonrones de Roberto Ortiz, los doblepleis iniciados por Willy Miranda, los toletazos de Miñoso y Formental, los ceros que les colgaba el guajiro almendarista Conrado Marrero a sus eternos rivales habanistas, las discusiones sobre quién era mejor manager entre Miguel Ángel Gonzalez y Fermín Guerra...
 
  Después, cuando llegó la revolución, el adolescente Aniceto se enteró de que la pelota que él conocía, la que amaba por sobre todas las cosas, era un deporte despreciable, dominado por los “intereses imperialistas de los grandes clubes profesionales que exprimen a los atletas convirtiéndolos en mercancía”.
Aniceto no se creyó aquel argumento. Él nunca había visto una fotografía de Héctor Rodríguez, Silvio García o Camilo Pascual en que estos aparecieran exprimidos.
  Pero, bueno, el beisbol, ahora convertido en bueno y socialista, limpio de “intereses imperialistas”, siguió siendo el deporte nacional y las nuevas estrellas que ocuparon en el joven corazón de Aniceto el lugar de los ídolos de antes, lograron entusiasmarlo y hacer que llorara de emoción cada vez que se ganaba un título mundial, aunque fuera amateur y, por tanto, venido a menos.
  Y pasó el tiempo. Y Aniceto, que se había mudado para la capital en los ochenta, siguió siendo un fanático fiel a la pelota, aunque ya esta, asfixiada y empobrecida como el resto del país, languidecía. Y allí estaba él, sentado un par de veces por semana en su asiento favorito de la banda de primera base de un Latino que había sido en sus tiempos el Gran Estadio del Cerro, pero ya no era lo que era.

  En uno de esos brincos inesperados y extraños que da la vida, Aniceto aprovechó que su difunto padre había nacido en Andalucía, sacó la nacionalidad española y vino a caer en la Madre Patria en uno de aquellos primeros años 90 en que el Período Especial apretaba y de qué manera.
  Pero resulta que en España lo que mandaba era el fútbol y la gente no tenía ni mínima idea de lo que era la pelota. Y Aniceto se sintió como si le hubieran cortado los brazos, como un niño huérfano de padre y madre, perdido en un ambiente enrarecido en que nadie había escuchado al genial Bobby Salamanca narrar los jonrones diciendo “Adios, Lolita, de mi vida”, donde nadie había oído hablar de Aquino Abreu, de Urquiola, de Padilla o de Casanova, de Rey Vicente Anglada o Laffita, donde nadie sabía que “el que le gane al Almendares se muere”, que “el paso del elefante es lento pero aplastante” y que “hay que joderse con los Orientales”.
  Aniceto, perdido en el llano, incapaz de entrar en el complicado mundo de las reglas del balompié, no traicionó a su béisbol querido e intentó seguir a través de Internet lo que hacían los cubanos en las Grandes Ligas americanas, pero aquella huída hacia adelante no funcionó. No funcionó porque los nombres de los jugadores le eran ajenos. No funcionó porque comprendió que gran parte del placer que da seguir un deporte está en comentarlo con los demás, en compartir las emociones. Y en España, en toda la España que le rodeaba, joder, nadie sabía de pelota.
  En el trabajo, en los bares, en cualquier parte, el fútbol era el tema favorito de conversación de la gente. Y para no sentirse apartado, discriminado, Aniceto intentó reciclarse. Algo debía tener el balompié cuando despertaba las pasiones de todo el país, se dijo. Él lo intentó, créanme que lo intentó, pero no logró cogerle el tranquillo.

  En 2001, en la ciudad donde vivía, Aniceto conoció a un cubano recién llegado. El compatriota era más o menos de su misma edad, loco a la pelota como él y, cómo no, se hicieron amigos. Desde entonces, se cuentan por decenas las tardes de cervezas, tamales y chicharrones que Aniceto y Emilio se pasaron acribillándose a recuerdos, a recuerdos beisboleros casi siempre. Y asegurándose mutuamente que allá arriba, en la altísima cima donde está la pelota, jamás podrá situarse un deporte tan aburrido como el fútbol donde, como decía Emilio, “los jugadores se pasan la mayor parte del tiempo corriendo como locos de aquí pallá, sin meter un singao gol”.
Opinión que apuntillaba Aniceto diciendo “así mismitico es”.
  Una tarde inolvidable fue aquella en que Aniceto le contó a su amigo que había leído en Internet que el Duque Hernández, para celebrar una victoria importante de su carrera de pitcher, se abrió la camiseta de los Yankees de New York para enseñar la de Industriales que llevaba debajo. Y a ambos, emocionados porque los machos cubanos también se emocionan, se les aguaron los ojos porque el gesto del Duque era mucho con demasiado.
Orlando "El Duque" Hernández
  Ayer, 26 de mayo de 2018, fue un día agobiante para el viejo Aniceto. Se celebraba en Ucrania la final de la Liga de Campeones de la UEFA. El Real Madrid se enfrentaba al Liverpool y en la península y sus islas adyacentes, a pesar de los escándalos de corrupción política, no se hablaba de otra cosa que de fútbol. Que si Cristiano Ronaldo, que si Zidane...
  Anoche, como su yerno, madridista hasta el tuétano, había ocupado el televisor y toda su familia se puso a ver el partido convirtiendo el ambiente del salón en una tormenta insoportable, Aniceto se escapó del piso y bajó a tomar un café en el bar de los bajos. Pero ¡qué va!, allí había tres pantallas transmitiendo desde Kiev y los parroquianos gritaban con cada jugada. Así que Aniceto pensó que sería buena idea llamar a Emilio.
-¿Qué haces?
-Nada, estoy solo en casa, mirando la televisión.
-¿Te puedo caer por allá?
-Claro.
  15 minutos después, Aniceto entró en el el apartamento de su amigo cubano y al comprobar que Emilio había sucumbido y estaba viendo el fútbol, celebrando el tercer gol del Madrid con la misma exaltación de cualquier natural de Lavapiés, se sentó en el sofá, abrió una Cruz Campo, esperó que su amigo se calmara y le preguntó:
-Chico, ¿tú me podrías explicar algo que nunca he podido entender? ¿Cúando un jugador está fuera de juego?
-Coño, si es facilito. Cuando se encuentra más cerca de la línea opuesta que el balón y el penúltimo adversario, lo que quiere decir que el jugador se encuentra más adelantado que todos los jugadores oponentes menos uno.
  Aniceto no entendió la explicación, pero comprendió en ese momento de una vez por todas que o se pasaba al fútbol o se quedaría el resto de su vida en la más absoluta de las soledades.

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sábado, 12 de mayo de 2018

EL SEÑOR ARMANDO PICO


  El tenor Armando Pico falleció ayer, 11 de mayo, en Miami, donde vivía desde hace décadas.
  Armando era un señor. De la época en que en la televisión cubana había artistas que entraban a un ensayo y con solo un simple saludo los demás sabíamos que había llegado un señor.
Armando Pico y Rosita Fornés en la opereta "La viuda alegre"
  De cuando los cantantes y actores aparecían en pantalla vistiendo un traje, un smoking o un frac y daban la impresión de que no estaban disfrazados, que ser elegantes era su estado natural.
  Del tiempo aquel en que nuestra TV tenía un porte, una prestancia y señores como Armando Pico interpretaban el repertorio de Lecuona, Prats, Roig, Sánchez de Fuentes y otros grandes clásicos cubanos. Y en los televisores criollos se veían zarzuelas, operetas y óperas y nadie se extrañaba porque en la tele no cabía ni un gramo de indecencia o mala educación, porque las pequeñas pantallas eran un formidable vehículo de cultura.

jueves, 10 de mayo de 2018

¿QUIÉN NOS LO IBA A DECIR, INÉS MARÍA?

  Era un domingo del verano de 1984, poco después de la una de la tarde. Unos minutos antes habíamos terminado de transmitir “Joven Joven” desde el estudio 19 del Focsa y yo le pedí a un fotógrafo que andaba por allí que me tirara una con el grupo de animadores del programa. Éramos dos guajiros villareños, tú de Los Muchos López de Sagua la Grande y yo de los Ginori de Esperanza, disfrazados de habaneros, que habíamos llegado adonde nunca soñamos que llegaríamos. La imagen muestra nuestras sonrisas, el reflejo de la felicidad que sentíamos por ser nada menos que “los que hacíamos JJ”, aquella locura televisada por encima y a millón con la que les alegrábamos la vida a millones de cubanos cada semana.
Inés María López y Pedraza Ginori / Habana, 1984
  No fue fácil alcanzar la posición que teníamos. Nos había costado tenacidad, entusiasmo a prueba de desaliento y desarrollar el poco o mucho talento que teníamos verdecito cuando salimos de la provincia dispuestos a meternos la capital en un bolsillo.
  Era 1984 y ya habíamos aprendido la lección más importante de nuestras vidas: que hay que echar palante, que el que se queda quieto parao jamás llega a la meta.


martes, 8 de mayo de 2018

CARLOS FERRERA SE DERRITE DE GUSTO LEYENDO "LOS BASURITA DE CARAJILLO"


  Carlos Ferrera, escritor, guionista, historiador, un intelectual todo terreno, alguien a quien respeto y admiro, escribió el 2 de mayo de 2018 en su muro de Facebook lo siguiente: ·
  "Estoy en plena lectura de "Los Basurita de Carajillo" y me derrito de gusto. Gracias Yin, por regalarnos esto".


  Poco después, el día 7, se volvió a referir a mi novela:

  “Me está poniendo los pelos de punta mientras más avanzo en su lectura. Compren "La Basurita del Carajillo", porque además de ser una novela costumbrista cubana deliciosa, es un tronco de documento histórico”.

  Muchísimas gracias, Maestro, por esas opiniones tan contundentes sobre mi obra. Las valoro mucho con demasiado y un poquito más.


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lunes, 7 de mayo de 2018

LOS GUAJIROS SABIOS


  Todo aquel cubano que haya participado alguna vez en las movilizaciones “voluntarias” al campo, les recuerda perfectamente. Me refiero a aquellos guajiros sabios, poseedores de conocimientos ancestrales, que ejercían de profesores de los inexpertos urbanitas, indicándoles la mejor manera de realizar las tareas agrícolas.
  Se aparecían por el surco, se bajaban de su cabalgadura y mostraban su saber hacer durante unos cinco minutos con algunos ejemplos prácticos y algo de teoría. La caña había que cortarla bien abajo y de un solo tajo, al cafeto no se le debía ordeñar para extraerle los granos, para no dañar la mata los limones debían arrancarse así y no asao, etc.
  Tras su breve lección, se volvían a montar y salían echando de allí sin que se les volviera a ver el pelo en toda la jornada.
  Me los ha recordado esta foto que ha publicado Marcos Aguilera en su muro de Facebook, donde se le ve fajado con un cañaveral.
  En ella aparece un campesino a caballo que se me ocurre podría ser uno de aquellos teóricos que pululaban por el Cordón de La Habana y otras zonas rurales a las que íbamos los tontos útiles a sudar en el verde aguantando los rayos del implacable solivio cubano, impulsados por consignas panfletarias como “a recuperar lo perdido y avanzar mucho más”.
  Sin dudas, eran guajiros sabios y su mayor sabiduría consistía en jugarle cabeza al gobierno, guillarse y dejar que los movilizados fueran los que trabajaran.

 
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domingo, 6 de mayo de 2018

"LOS BASURITA DE CARAJILLO" ES UNA DELICIA DE LIBRO


  Rodolfo Ignacio Valdés, actor y presentador con destacada trayectoria en la radio, la tele y el teatro tanto en Cuba como en otros países, está leyendo mi novela "Los Basurita de Carajillo", le gusta y se la recomienda a sus compatriotas residentes en Estados Unidos.
  El 29 de abril de 2018 publicó en su página de Facebook el siguiente texto:
"¿Qué pasa con los cubanos en USA? Ya tienen su ejemplar del libro de Yin Pedraza Ginori? Yo, en Colombia, ya tengo el mío. Pilas pues !".
  Y el 5 de mayo añadió este comentario:
“Es una delicia de libro. De los que no puedes soltar. Sólo puedo leer en las noches y creo que estoy alargando la lectura para que no se me acabe. ¡Felicidades!".

  Rodolfo es el creador de las divertidas camisetas "ByRudolf", que se pueden adquirir entrando en este enlace:

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sábado, 5 de mayo de 2018

EL PRIMER NOBEL CUBANO TENDRÁ QUE ESPERAR


  Esta mañana me levanté, abrí Internet y me topé con esta información que me ha dejado consternado:

  Tras la publicación de mi novela "Los Basurita de Carajillo" yo pensaba que los suecos, actuando con lógica, me concederían el Nobel 2018 de Literatura y estaba de lo más contento porque la gran repercusión mundial que tiene ese premio significa una buena ración de prestigio para Cuba y un aumento considerable en las ventas de mi libro.
  Pero, nada, ante el hecho consumado, no me queda más remedio que armarme de paciencia y esperar hasta el año que viene para recibir mi Nobel.


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KARL MARX, TE COGIERON PAL TRAJÍN

  Hoy, 5 de mayo, se conmemora el 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx.
  Los que nos decían qué era bueno y qué no, los dirigentes que pensaban por nosotros, colaron a este filósofo alemán en Cuba, nos lo metieron por ojos y oídos y nos pusieron a estudiar sus teorías de tal manera que, si querías graduarte de algo, tenías que aprobar varios cursos de una asignatura llamada Marxismo.
  Pero los que se llenaban la boca mencionándolo desde las tribunas una y otra vez, los que se decían sus seguidores y ponían su retrato con barba como decorado de sus actos políticos, lo único que hicieron en concreto fue cogerlo pal trajín y en un final ni aplicaron lo que él planteaba ni la cabeza de un guanajo.
  Y eso en aquellos años. Porque lo que es ahora, con la situación que se vive en la isla, no creo que sean tan caraepalos como para decir que Cuba es un país marxista.

  ¡Ay, Karlitos, quién te viera y quién te ve, pa lo que has quedao! Lo único que queda de ti es el nombre del teatro de 1ª y 10 en Miramar y no te extrañes si cualquier día de estos lo cambian y le ponen el de Quientúsabes.

Viñeta publicada en la revista humorística española El Jueves
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miércoles, 2 de mayo de 2018

DAISY CASALS, LA DE LA SONRISA CONSTANTE


  Era noviembre de 2014, yo había publicado en Facebook una crónica sobre cierta mejoría en la salud de Loly Buján y sobre cómo ella afrontaba con decisión y entereza el difícil proceso que la enfrentaba al cáncer. Por el chat interno recibí este mensaje:
  “Saludos, cuanto me alegra que todo marche bien, no sabe cuanto me ayuda leer sus escritos, me han diagnosticado la enfermedad, tengo en el colon y el higado, voy a seguir el ejemplo de Loly, mi respeto para ustedes. Un beso y un abrazo”.
  Esta fue mi respuesta:
  “Estimada Daisy: Si algo he sacado en limpio en estos meses de lucha es que lo importante es que sepas que vas a tener momentos malos y momentos buenos llenos de esperanza. Afíncate en los segundos para superar los primeros. Por favor, no te desesperes. Y no le aguantes a nadie (por cercano que sea) un mal rollo. Aquí nos tienes a Loly y a mí para echarte una mano en la distancia. Nuestro afecto y un abrazo. Y i n”
  A partir de entonces, mantuvimos frecuentes intercambios a través del Messenger y del correo electrónico. Ella me contó que había trabajado en TV Cubana desde 1990 como presentadora, asistente de dirección y, finalmente, como directora asistente. Yo no recordaba haberla visto, pero nos hicimos buenos amigos en la distancia. Admiré su coraje, la fuerza con la que luchaba contra su enfermedad. “El colon y pulmones, estables. El hígado dando lucha, me cambiaron tratamiento”, reportaba y yo le daba ánimos.

  En agosto de 2016, durante mi estancia en Miami, asistí a un encuentro de exempleados del ICRT en Tropical Park. Y allí estaba ella, desplegando esa sonrisa amplia y constante que ocultaba lo que guardaba por dentro, lo que había pasado y lo que estaba pasando. Aquella mañana, en medio de la ataranta de conversar con decenas de amigos a los que había perdido la pista, pudimos hablar poco. Lo suficiente para decirle una vez más cuánto admiraba su valentía y sellar nuestra amistad, una amistad que, en la distancia, ha durado hasta hoy.
  Daisy Casals se ha marchado, víctima del cabrón bicho que nos zarandea, se esconde y parece vencido durante ocho innings para ganarnos la partida en el noveno.
  Se ha llevado su sonrisa constante, pero nos ha dejado su ejemplo. Buen viaje, amiga.

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martes, 1 de mayo de 2018

EL TESTIMONIO DE MARISELA RAMÍREZ


  Marisela Ramírez es una cantante y compositora cubana de reconocida trayectoria artística no solo como solista, sino como integrante de importantes agrupaciones como el Cuarteto De Aida, Los Orta y el grupo 3 + 1.
  Ella reside actualmente en Birmingham, Alabama. (¿En qué sitio del mundo no habrá alguien nacido en Cuba?)
  El 22 de abril de 2018 Marisela publicó en su muro de Facebook una foto con su ejemplar de mi novela “Los Basurita de Carajillo” y le añadió el siguiente texto:
  “Queridos amigos, una vez más tengo el placer de tener en mis manos un libro escrito por Yin Pedraza Ginori. Disfruté mucho los dos anteriores y este es un verdadero regalo que hay que disfrutar. Se los recomiendo, no debe faltar en el librero de sus hogares, para divertirse, aprender y reflexionar.
   Gracias Yin, espero que sigas escribiendo para deleite de todos”.

  El agradecido debo ser yo, Marisela, por animarme a mantener vivo mi espíritu y mis ganas de hacer cosas.

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