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miércoles, 2 de mayo de 2018

DAISY CASALS, LA DE LA SONRISA CONSTANTE


  Era noviembre de 2014, yo había publicado en Facebook una crónica sobre cierta mejoría en la salud de Loly Buján y sobre cómo ella afrontaba con decisión y entereza el difícil proceso que la enfrentaba al cáncer. Por el chat interno recibí este mensaje:
  “Saludos, cuanto me alegra que todo marche bien, no sabe cuanto me ayuda leer sus escritos, me han diagnosticado la enfermedad, tengo en el colon y el higado, voy a seguir el ejemplo de Loly, mi respeto para ustedes. Un beso y un abrazo”.
  Esta fue mi respuesta:
  “Estimada Daisy: Si algo he sacado en limpio en estos meses de lucha es que lo importante es que sepas que vas a tener momentos malos y momentos buenos llenos de esperanza. Afíncate en los segundos para superar los primeros. Por favor, no te desesperes. Y no le aguantes a nadie (por cercano que sea) un mal rollo. Aquí nos tienes a Loly y a mí para echarte una mano en la distancia. Nuestro afecto y un abrazo. Y i n”
  A partir de entonces, mantuvimos frecuentes intercambios a través del Messenger y del correo electrónico. Ella me contó que había trabajado en TV Cubana desde 1990 como presentadora, asistente de dirección y, finalmente, como directora asistente. Yo no recordaba haberla visto, pero nos hicimos buenos amigos en la distancia. Admiré su coraje, la fuerza con la que luchaba contra su enfermedad. “El colon y pulmones, estables. El hígado dando lucha, me cambiaron tratamiento”, reportaba y yo le daba ánimos.

  En agosto de 2016, durante mi estancia en Miami, asistí a un encuentro de exempleados del ICRT en Tropical Park. Y allí estaba ella, desplegando esa sonrisa amplia y constante que ocultaba lo que guardaba por dentro, lo que había pasado y lo que estaba pasando. Aquella mañana, en medio de la ataranta de conversar con decenas de amigos a los que había perdido la pista, pudimos hablar poco. Lo suficiente para decirle una vez más cuánto admiraba su valentía y sellar nuestra amistad, una amistad que, en la distancia, ha durado hasta hoy.
  Daisy Casals se ha marchado, víctima del cabrón bicho que nos zarandea, se esconde y parece vencido durante ocho innings para ganarnos la partida en el noveno.
  Se ha llevado su sonrisa constante, pero nos ha dejado su ejemplo. Buen viaje, amiga.

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